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ARA LUCIS 2023

GALERIA D´ART CONTEMPORANI MARIFEMARCO

Obra Expuesta

ARA LUCIS UNA EXPOSICION INDIVIDUAL DE HÉCTOR ERNÁNDEZ

Hector Ernández es un artista magistral cuyos conocimientos profundos de las artes en general e Historia del Arte en particular, le han permitido desarrollar una iconografía artística, de una gran fuerza técnica y carácter simbólico. La tradición clásica con la que el artista se ha formado
durante los viajes que disfrutó en Europa, junto a su padre Capitán de Altura, Héctor Ernández Caraballo, dialoga con una imaginería contemporánea propia. El aprendizaje de las técnicas y tratamientos de los grandes maestros le ha permitido desarrollar su propio lenguaje pictórico.

 

Destaca la influencia que recibe de artistas como Paul Delvaux, Mimmo Palladino, Gerhard Richter y principalmente Rembrandt, del que adoptó el proceso técnico inicial para sus obras. El artista reinterpreta estas técnicas, las asimila y las aplica a su manera logrando crear los contrastes tan
característicos en su pintura. Numerosos son los temas que el artista ha abordado a lo largo de su extensa carrera artística, sin embargo, el que ha alcanzado mayor protagonismo en los últimos años ha sido la representación de la mujer en la historia o más bien, la estigmatización de la figura femenina representada en las artes. El interés que siente por este tema se remonta, seguramente, a su infancia en la que el artista recuerda, con orgullo, haber sido criado en un ambiente puramente matriarcal. Su madre, Luzmila Rosa Salazar de Ernández, junto con un sólido círculo familiar compuesto por bisabuelas, abuelas y tías, crearon un ambiente de sororidad idóneo para querer investigar profundamente sobre el papel de la mujer en la historia y su participación en la sociedad. Ernández entendió tempranamente la necesidad de centrar su búsqueda estética en la mujer, como una entidad mística que nos conduce de lo terrenal a lo supra natural.

 

El lenguaje complejo del pintor culmina hoy en la exposición de la galería Marifé Marcó cuyo espacio se transforma en una suerte de templo que se consagra en un altar de luz, un Ara Lucis, que
ilumina la ensombrecida imagen de muchas mujeres marginadas a lo largo de la historia. El artista responde a siglos de discriminación basada en el miedo a lo pagano y mágico de las consideradas sacerdotisas y magas, perseguidas durante la instauración de una cultura patriarcal 1 . De este modo, nos encontramos ante la creación de casi cuarenta obras de mujeres profanas y divinas a la vez, que hablan por sí mismas. Todas ellas se suceden en un recorrido fuertemente impuesto por el leit motiv de la representación de María Magdalena como eje iconográfico y cuya personalidad ha sido disociada en tres partes, representando así varias mujeres en una sola. La mujer sensual, llamada erróneamente pecadora, está presente en las posturas voluptuosas que podemos ver en obras como “Su mano”, “La diadema” o “La ensoñación de María Magdalena”. La mujer enfrentada a los demonios se deja entrever en el contraste de veladuras oscuras que tapan los rostros de las figuras tal y como sucede en “Los sueños de María Magdalena” y “La noche de María
- 1 Bula Papal de Inocencio XVIII: Summis desiderantes affectibus, 1484
- Kramer, H., Sprenger, J.: Malleus Maleficarum, 1487 Magdalena”.

 

Finalmente, la personalidad de la fiel, concienzuda discípula de su maestro, atenta y propagadora de sus enseñanzas, representada en las obras “El desposorio de Magdalena”, “Iluminada X” e “Iluminada XI”, entre otras, gracias a la serenidad reflejada en los rostros, Observando el conjunto de las obras, también podemos distinguir cierta influencia de la estética del arte medieval: representación de fondos planos, con colores intensos que intensifican
aún más las figuras cuyos contornos son fuertemente delineados con el negro. Sin embargo, tanto la pureza técnica del dibujo, así como los temas elegidos, son puramente contemporáneos y contrastantes respecto al resto de las composiciones. El más claro ejemplo de esto, es la obra “Un aleteo” que representa a una mujer sola junto con un pájaro y que podría recordar incluso un tema tan significante como el de la Anunciación. Ernández despoja a la figura de cualquier atributo de la virgen y le otorga una libertad de movimiento propia del pájaro representado, un colibrí que aletea con frenesí. Se trata de una estampa contemporánea de la libertad física y mental. Sucede lo mismo con las obras “La vasija” y “La fruta” que, en una suerte de diálogo entre ellas, revelan como el fondo divino resalta en realidad lo profano en los elementos. La vasija no deja de ser un objeto puramente
artesanal y la fruta puede ser una manzana o no, en cualquier caso, ambos representan lo terrenal aferrado por dos figuras que bien podrían tener una connotación espiritual si no fuera por sus posturas y naturalidad.
En definitiva, el artista usa una estrategia de analogía de contrarios para poder representar la unión de lo disímil y crear ese imago mundi de aquellas mujeres. Los fondos planos resaltan gracias a virtuosos ornamentos, lo oscuro se ilumina por puntos claros e incluso algunos fondos se imponen sobre los primeros planos, rompiendo con toda idea preconcebida de cómo debe ser una composición, tal y como vemos en sus “Damas consteladas”.
Héctor Ernández, responde a la fealdad con belleza, y a la mentira con verdad, otorgando la palabra a la mujer. Nos invita a recorrer la nave de este templo y analizar la simbología de su pintura, hasta crear nuestra propia percepción sobre la figura de la mujer según su estética
contemporánea.

 

Lucía González Sainz de los Terreros

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