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GELAT ET ARDET

Dr.: Eduardo Planchart Licea.

Texto para "Gelat et Ardet" en la Galeria de Arte Universitaria Braulio Salazar. 

Valencia. Venezuela 1998

“En la visión apareció despues una puerta abierta en el cielo; la voz con timbre de trompeta que me hablo al principio decía: “Sube aquí y te mostraré lo que va a suceder despues.” al momento me arrebató el Espiritu,”
Apocalipsis de San Juan, 4,I-2.

Arte que indaga en la escencia, sin quedar atrapado en una geometría mística como la del suprematismo, que en su anhelo de reencontrarse con los silencios del alma, negó la realidad sensorial como encarnación del espíritu. Como respuesta a esta vía, la obra EL EXTASIS DE SANTA TERESA, reintegra el espíritu a la carne, recordándonos el erotismo como pulsion que muta la inmediatez carnal en grito del alma. Hector Ernandez al acercarse a la Santa Teresa de Bernini, ubicada en la Iglesia de Santa María en Roma, recupera el desenfado corporal de esta escultura que atrapo en la piedra el suspiro del cuerpo al trascenderse a sí mismo. Esto se expresa en la escultura en los rasgos extáticos del rostro y la sensualidad del cuerpo. El artista se hace eco de sete espíritu al plasmar la desnudez entre nerviosas líneas que desmaterializan la forma en lugar de materializarla, los rasgos físicos son abstraídos señalando la universalidad del instante en que la carne se rebela a su condición y se reencuentra consigo mismo. La tensión cromática del cuadro señala el dualismo en que estamos atrapados. Santa Teresa en este contexto es un jinete, que al contrario de las Amazonas esta desarmada; el caballo simboliza la vibración instintual movida por Eros, como instinto primaveral; en lugar de Tánatos como noche de la vida, esto se manifiesta en la vitalidad de la línea, el fondo cromático en que se insertan estas formas acentúan el dualismo por medio de una geometría que se hace eco del ajedrez, juego originario de la India, de la casta de los Kshatriyas, es un combate simbólico en los sesenta y cuatro escaques o casillas cromáticamente opuestos que equivalen a la lucha por cumplir el Dharma o el deber cósmico, que nos lleva ala iluminación y a la caída, pero también representa a la vida y la muerte, al bien y el mal. La movilidad nos lleva al devenir como resultado de la lucha entre el éxtasis y el furor guerrero, entre la calma y la actividad; nos recuerda Titus Burckhartd que el tablero es el campo de acción de las fuerzas cósmicas en la tierra.

El artista rescata en estas piezas al equino como matrimonio de opuestos, tal como se manifiesta en PEGASUS, al sublimizar la fuerza instintual a través de su capacidad de volar trascendiendo de esta manera su condición telúrica. En términos míticos esto se materializa en el combate de Belerofonte contra Quimera, victoria lograda gracias a Pegaso. Dialéctica opuesta se da en la obra CENTAUROS donde domina la fuerza irracional y ctónica, de ahí su voluptuosidad y embriaguez.

Uno de los temas ejes de este lenguaje plástico, es la batalla como metáfora de la vida, sentido que se hunde en cuadros paradigmáticos de la historia del Arte Renacentista, como son : la Batalla de San Romano de Paolo Uccello, (1397 – 1475), la batalla de Anghiari de Leonardo Da Vinci, (1452 – 1519 ). Con el arte Romántico el artista retoma este tema desde otra visión del mundo y otro tratamiento plástico. No estamos como con Eugene Delacroix ( 1798 – 1863 ). O con Jacques Louis David 8 1748 – 1825 ) ante obras simbolistas, si no ante un sentido de la guerra, como desprendimiento de la existencia, como fuga y búsqueda de un destino que idealizó la concepción de la caballería medieval, presente en obras de escritores como Novalis 81772 – 1801 ), Heinrich von Kleist 8 1777 – 1811 )… Hector Ernández centra sus atención en el caballo como forma y símbolo, lo cual se evidencia en los cuadros que se inspiran en la Batalla de San Romano donde el equino es uno de los ejes temáticos. El creador se aleja de los aportes plásticos de esta pieza, como son los variados tratamientos de los puntos de fuga, negando la perspectiva Renacentista, rompe con la ilusión de realidad materializando las formas en el plano para descartar los centros visuales a través de la fuerza de la línea y la solidez de las formas cromáticas, evitando lo relamido del Arte Renacentista y Romántico, en su lugar deja las huellas del pulso en la línea, y a través de contrastes cromáticos que van del blanco al negro y del blanco al rojo enfatiza visualmente un dualismo simbólico. En este sentido, la propuesta se vincula a la fulguración de Mimmo Paladino (1948), quien busca como Ernandez a través de la plenitud formal y la economía cromática recuperar la fuerza visual y simbólica del Arte Paleocristiano ( Tres cometas, Paladino, 1983 ). Preocupación compartida por Enzo Cucchi ( 1950 ) quien recupera la sacralitud mediante la forma pictórica, en uno de sus cuadros ( Ciudad encantada, 19986 ) predomina una atmósfera apocalíptica y la recuperación de la profundidad pictórica a través de planos de colores fuertes… Aquí el caballo se hace presente para crear un clima tanático, recordándonos la necesidad de represar o domesticar este instinto, revalorizando simbolicamente la figura del jinete, como imagen arquetipal de la voluntad.

Si estamos ante la presencia de un combate en esta obra, es un combate interior, de ahí que retome la sublimación que hace la épica caballeresca a través de la Búsqueda del Graal, novela incompleta de Chrétien De Troyes, siglo XII, que transforma al guerrero en místico, imagen presente en las novelas de caballería en personajes como Parsifal y Galaad. De ahí la constante del Graal y de la Lanza Sangrante en estos cuadros. El Graal como alimento y néctar espiritual sobrevive hoy a través del recipiente eucarístico de la misa. La Lanza Sangrante, gotea, y este liquido recogido por la copa, es un liquido sagrado, que tiene la virtud de cerrar las heridas y se fusiona simbólicamente a la lanza del centurión Longinos, filoso hierro que perforó el costado de CRISTO. La lanza reaparece una y otra vez en estos cuadros, recuperando este sentido místico del arma como metáfora de salvación interior.

La espada es otro elemento vinculado a este combate espiritual, presente en la instalación EL PENDULO DE CARTESIUS, donde una espada pende de una cúpula. En el piso, bajo el péndulo se encuentra un laberinto, con base de marmolina, formado por blancas cabezas de caballos, con ritmo continuo, roto en oportunidades al oponerse algunas cabezas a otras, haciendo clara relación a la guerra como encuentro consigo mismo, lucha que se manifiesta en la imagen del mandala y el laberinto que debe ser recorrido por el iniciado para poder dominar sus pulsiones internas, las cuales se señalan en LA ESPIRAL SOLAR, titulo de la instalación.

El cuadro QUIRÓN, entre líneas seguras y tensiones cromáticas, que van del dorado como color de la iluminación, al negro asociado ala irracionalidad y la caída, hace del centauro la antítesis del jinete como domador; él a diferencia del jinete o caballero es dominado por sus instintos salvajes, a excepción de QUIRÓN, centauro sabio, iniciado por Apolo, de ahí que en este cuadro se observe guardando la espada, como símbolo del control que tiene sobre sus instintos; sin embargo, QUIRÓN tiene una herida incurable en el pie, que simboliza la desgarradura del alma y la falta de equilibrio entre cuerpo y espíritu.

Tanto en las obras CARGA Y GRIAL como en CENTAUROS están presentes éstos como expresión de la imagen de la naturaleza dual del hombre, al ser dominado por sus instintos, haciéndose eco de lo planteado por Tito Lucrecio Caro, en el quinto libro de La Naturaleza de las Cosas, I a.C. donde niega la posibilidad del centauro de lograr la madurez, debido a lo corto de su vida. De ahí que en esta pieza los centauros estén entre formas caóticas hirientes y colores telúricos, alejados del Graal que se ubica en el fondo del primer plano.

El tratamiento que hace el artista del caballo recupera tanto su historicidad plástica como simbólica, debido a su acercamiento al Medioevo, Renacimiento, Romanticismo y Transvanguardia, enfrentandonos a una visión personal de este tema. El artista crea un tejido de mitos que nos lleva al centauro, Quirón, Pegaso a Bucefalo, al cristianismo y su concepción del equino como símbolo de Cristo, a los equinos apocalípticos, al caballero y al jinete árabe, logrando recuperar estos contenidos plásticos entre formas rotundas, presentes en cuadros y dibujos como EL PERSA, LA HUIDA… Estamos también ante una visión maniqueísta de la relación caballo- caballero- dragón, hundiendo sus raíces en la lucha mística de San Jorge contra el dragón que esconde un simbolismo pagano, que nos lleva hasta los poemas babilónicos de la creación o el Enuma Elish, donde el cielo y la tierra son creados por el mítico combate entre el dragón Tiamat y Marduk; es el triunfo del orden contra el caos, del bien contra el mal, pero también, es el sangriento combate de una religión dominante sobre una dominada. La batalla de los Dioses es un dramático paralelo simbólico a la lucha por el poder en la tierra, del dominio de una civilización o cultura sobre otra.

El dragón en occidente esta presente en los mitos del Vellocino de Oro y la saga de los Nibelungos, centrado en la figura de Sigfredo, donde este monstruo místico, es demonio y guardián de los tesoros que esconde la tierra; simboliza por tanto las fuerzas telúricas, tensión que se eterniza en el conflicto entre San Jorge y el Dragón. En la pintura SAN JORGE, Ernandez recupera este simbolismo, a través de formas que evitan la definición, jugando con la mancha para crear tensiones visuales entre lo celeste y lo telúrico, entre el arriba y el abajo. Dualismo que demoneizó el cristianismo, al eliminar de su iconografía la relación de esta imagen simbólica con los rituales de fertilidad paganos, pues era necesario exorcizar de todo contenido erótico y sexual los ritos pluviales y de fertilidad que sincretizó el cristianismo.

En el cuadro LA ESCALERA DE JACOB, el artista parte de un boceto de Delacroix, que inspira varios recuadros donde con tratamientos viscerales de la forma, crea versiones plenas de espontaneidad y ludicismo, donde la línea se libera de toda rigidez formal, El caballo y el jinete se esencializan hasta llevarnos a formas arquetipales que se hermanan con las pinturas primigenias creadas por la humanidad sobre las paredes de las cuevas de Altamira, al reencontrar este sentido chamánico del arte, la forma y la línea recuperan su magicísmo.

Estamos ante una propuesta plática que usa la estética como vía para recuperar la memoria colectiva, pues el caballo tras haber perdido presencia se muta en imagen que los liga, tanto a nuestro pasado como a nuestra psiquis.

El artista se ha alejado del equino como Epifanía solar, para acercarnos al caballo como guía de las almas, como imagen de nuestro inconsciente colectivo, que la contemporaneidad a través de la cultura consumista ha desbocado, liberando nuestros instintos de muerte a un nivel sin precedente en la historia.

De ahí el clima apocalíptico que se siente en la propuesta, presentes en obras como el QUINTO SELLO o EL ARQUERO, obra caracterizada por una sutil economía cromática que va del blanco en las flechas ubicadas en la base del cuadro, al rojo del fondo y al negro como delimitado de la forma del ángel; colores manejados con una lógica simbólica, con un sentido escatológico inspirado en el Apocalipsis de San Juan. La rojez se vincula a la destrucción a la impiedad, a la violencia como moral; el negro presente en la línea intuitiva y nerviosa señala el fin de esta existencia por la justicia divina, representada por principio de trascendencia, en el ángel- jinete, que en lugar de ser fuente de gracia se muta en feroz verdugo, es necesaria la presencia de la muerte para dar nacimiento a una nueva era, visiónr epresentada en las flechas blancas verticales.

Las formas de estas obras tienen rasgos lúdicos, debido en parte a la búsqueda del artista por enfrentarnos a contenidos arquetipales y universales que evitan la descripción y el detalle para concentrarse en lo esencial tal como se plasma en LA CREACIÓN DEL HOMBRE, donde dominan los colores sintéticos que transmiten quietud a las formas; el jinete pleno de volumen es uno de los centros visuales, levita sobre un equino y con su mano señala un tablero de ajedrez, creando con una direccional otro centro visual, donde se esconde una cruz, estableciendo una clara relación entre la cruz como redención y el hombre, quien solo encontrará su destino a través de la negación de sus deseos, al liberarse del ego, tal como hiciera CRISTO al buscar la muerte para transformar la letra muerta en letra viva y palpitante.

 

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