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PINTURA Y DESPINTURA

Dr. Pedro Téllez.

Texto para catálogo FIAM (Feria Internacional de Arte Maracaibo). 2005

El cuadro empieza en el marco y toda escultura parte del pedestal. El marco no separa de la obra, la pintura de Ernández se hunde en el soporte para luego flotar (Le ayudan las veladuras de materia, superposiciones de papel, añadidos y substracciones). En otros cuadros observamos partes de tela, en este caso la madera sustentáculo crudo donde la pintura brilla tácitamente, ausencia sugerida por el rastro de las salpicaduras, la Hojilla de Oro. Pero lo que describimos es un cuadro figurativo, una Madona que nos mira.

Mirar un cuadro de Héctor Ernández no es verlo. El ojo pinta su parte, y ahí radica el placer y la dificultad de su arte.

Tres grandes temas formales, y tres formas temáticas, confluyen o parten de la pintura de Ernández: primero el barniz, la madera y la fotografía; luego la dama, el caballo ¿caballero? y el escaque. Simplifiquemos el funcionamiento (en verdad complejo) de cada uno de ellos. La autonomía del barnizado hace brillar en contraposición a la negrura del fondo, creando un efecto anti-icónico. La madera es madero, soporte martirizado, a través de la exposición de sus clavos retorcidos. La Cara como foto repintada o digitalizada, insinúa sombras de retroproyector y tijeras. También tenemos a la dama de gestos sugerentes

(OH Santa! O viciosa prostituta o Reina de ajedrez)

Y la ausencia del Caballero. Ausencia delatada por su Caballo (animal o pieza) delante del escaque vertical (casilla ocho por ocho, con y sin azogue). Al respecto escribe Eduardo Planchart Licea:

… reintegra el espíritu a la carne, recordándonos el erotismo como pulsión que muta la inmediatez carnal en grito del alma. Héctor Ernández al acercarse a la Santa Teresa de Bernini, ubicada en la Iglesia de Santa María en Roma, recupera … La tensión cromática del cuadro, señala el dualismo en que estamos atrapados. Santa Teresa en este contexto es vinculada a un jinete, que al contrario de las Amazonas esta desarmada; en esta dualidad dicotómica, el artista esgrime como referentes al centauro, como opuestos: hombre-razón contra caballo-instinto, el caballo simboliza, como las alas del Ángel la vibración instintual movida por Eros, como instinto primaveral; en lugar de Tánatos como noche de la vida, esto se manifiesta en la vitalidad de la línea, el fondo cromático en que se insertan estas formas acentúan el dualismo por medio de una geometría que se hace eco del ajedrez, juego originario de la India, de la casta de los Kshatriyas, es un combate simbólico en los sesenta y cuatro escaques o casillas cromáticamente opuestos que equivalen a la lucha por cumplir el Dharma o el deber cósmico, que nos lleva a la iluminación y a la caída, pero también representa a la vida y la muerte, al bien y el mal. La movilidad nos lleva al devenir como resultado de la lucha entre el éxtasis y el furor guerrero, entre la calma y la actividad; nos recuerda Titus Burckhartd que el tablero es el campo de acción de las fuerzas cósmicas en la tierra.

El artista rescata en estas piezas al equino como matrimonio de opuestos, tal como se manifiesta en la serie “Ángeles” y” Centauros“, al sublimizar la fuerza instintual a través de su capacidad de volar trascendiendo de esta manera su condición telúrica.

Los temas formales y las formas temáticas se comunican, juegan su partida en la pintura y la despintura de Hernández sin ache (SIC.). El claroscuro del barniz líquido solidifica y se cuadricula en trozos blanquinegros de los escaques. La tabla es tablero de salvación, soporte de la ele del Caballo que salta del soporte bidimensional a la escultura ó hasta el bajorrelieve donde un torso es un trozo de madera cruda y rota. La forma se mezcla con el fondo, la cuadrícula con el trozo (torso) de hombre y árbol, para dar origen a un nuevo plano. En él reposa el cuerpo insinuante de la dama y su rostro de foto maquillada, que es otra forma de la despintura: La Pintura Intervenida por La Fotografía. Como síntesis de esta doble trinidad, la dama ambigua, pieza de ajedrez, virgen y puta.

El retrato de la Dama es engañoso, el artista habla:

“…En mi hacer La Mujer es Hilo de Ariadna, teje la historia, es cordel conceptual: de una experiencia mística del ESTIGMA, del Dolor desde la óptica de las mujeres que acompañaron a JESÚS y de cómo el MARTIRIO se a ideológicamente sexuado sacando históricamente, a esas extraordinarias MAGDALENAS en medio de concilios y negocios apurados por los miedos heréticos, Y La de MAGDALA…esa Mujer, una MARIA, MARÍAS que acompañaron al HOMBRE, justo en el momento de participar del SUPLICIO de SER… con la mirada como único medio, ausentes, en el otro… La Mujer y el ESTIGMA es el centro conceptual… hacer que un clavo sobre una madera diga del dolor, que solo el hecho de escribir clavo-madera, madera-patíbulo, hable de la pasión, es decir de lo que se hizo o se dejo de hacer por nosotros. …y el hecho de trabajar con fotografía digital, realizada por mí con escogencia de una sola modelo, trabajando la escenografía, iluminación y dramatización y con la certeza conceptual de que la repetición de la imagen, y su utilización dentro de cánones de belleza utilizados por el fashion establishment terminaría por despersonalizar a la modelo y paradójicamente darle un carácter universal, es decir un estereotipo herramienta para el autor y no una belleza estorbo ante el hecho estético mas allá de lo plástico. H.E. Valencia.29/12/03″

Aunque la presentación y representación en ERNÁNDEZ es resultado de un personalísimo, largo y arduo trabajo de escogencia de modelo, escenografía, iluminación, digitalización… genera extravagantemente una imagen-recorte de estampa religiosa o de revista porno.

Miras a la dama y la dama te ve.

El caballero (Ud.) pinta su parte.

 

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