El Arte es mi conexión con el Espíritu… La manera de asirme a lo Supranatural…
Hector Ernandez
El Rostro como espejo del alma, es centro de la reflexión estética de Héctor Ernández, evidenciando la presencia de esta dimensión interior al otro. De ahí la importancia de la mirada, y el entorno en que se contextualiza cada una de estos rostros femeninos. Así, en Vanitas, 2011, estamos ante una mirada opaca donde la presencia visual de los adornos corporales como el collar conciben un complejo mitológico. Al establecer relaciones entre las perlas y el etnocidio de Cubagua, en sus indígenas por la explotación de las perlas para adornar los delicados cuellos de las damas del viejo mundo, por estos brillos de luna nacidos de un grano de arena, destellos materializados en simbólicas vientres en la oscuridad de la mar, expresión de la tensión entre la conciencia y la inconciencia. Contenidos que también se juegan en las pinceladas que van de la definición propia del dibujo, y la indefinición asociada al caos. Estamos ante una fusión de técnicas clásicas inspiradas en la pintura renacentista y especialmente en la de Flandes, junto a la expresividad y la fluidez propia de la pintura del arte contemporáneo.
En Magdalena de las Luces, 2010, los collares de perlas están en su cabello, en su cuello crean resplandores propios de las diosas lunares, sobre fondos de celestes iluminaciones. Mujer de mirada transparente, melancólica, caracterizada con gestos de ensimismamiento ante la recreación de las imágenes literarias del libro que tiene entre sus mano; señal de su indagación de la realidad a través de la dimensión interior, desde una perspectiva romántica en cuanto al destino y los elementos compositivos; si bien estos no son más mares, naturalezas embravecidas, nieblas.., se esta ante un estrellado cielo. El opuesto de este clima interior y compositivo, sería el rostro de la Reina, 2010, donde la mirada niega completamente la realidad ilusoria, en un rostro pleno tranquilidad. Estos personajes no están inmersos en lo cotidiano, palpitan dentro de su interioridad, al rozar la dimensión extática.
Dentro del arte occidental, el arrobamiento del alma, el estado de Gracia no se representa asociado a la mujer, salvo en contadas excepciones como es el éxtasis de san Teresa, 1645-1652, de Gian Lorenzo Bernini, obra ónica en la historia del arte, donde el artista representa las místicas visiones de esta monja, que narra en sus escritos sus estados de éxtasis místico. Nunca antes ni después se logro representar de manera tan impactante y sublime el desasimiento espiritual. El mármol se transforma por el cincel de Bernini en etérea materia. Es una representación vedada, en las raíces de las religiones inspiradas en el libro, pues la mujer es considerada impura. En el Génesis bíblico es la tentación de Eva, la culpable de la expulsión de la humanidad el Edén, y en el Nuevo testamento desempeña roles secundarios, negando el status que tuvo la mujer entre el Cristianismo primitivo, esta serie revaloriza por tanto la sacralitud femenina al darle prioridad a sus diversas valencias. Algunas piezas nos recuerda el evangelio apócrifo de María Magdalena, en donde se narra que fue a ella a quien primero se la apareció Jesucristo tras su resurrección. Texto que fue una las fuentes de inspiración del artista, así como de numerosos relatos y novelas como El Gallo Escapado de H.D. Lawrence, El Cristo Rey de Robert Graves y El Códice da Vince de Dan Brown.
En los tratados de historia de las religiones pocas referencias se hacen de la chamana, la mujer es desvalorizada simbólicamente como bruja, para negar su íntima relación con las fuerzas telóricas. De ahí la importancia de la pintura la Reina, 2010, donde el discurso visual es una recuperación del halo trascendental de la mujer que niega la relación negativa que ha establecido occidente hacia la mujer como objeto sexual o valor uso. Para eludir esta significación el artista, evite la desnudez femenina, centrándose en la parte de la anatomía humana más vinculada a la dimensión interior: el rostro.
El pintor devela una tipología del rostro, y una taxonomía del alma, donde esta presente la niña-semilla germinada, la joven-madre y la mujer-madura. Las tres etapas que corresponden a las fases de la luna, y nos acercan a lo femenino como Diosa triple. Asociada desde el paleolítico a la tierra, a la fertilidad son las Venus, las primeras representaciones de las diosas madres, que antes de ser dadora de vida fue niña.
La niña es representada por Héctor Ernández en la serie de niñas, caracterizadas por miradas transparentes, emotivas, directas, plenas de inocencia, incluso en la Niña II, 2011, donde se muestran los nacientes senos de una póber, el lenguaje gestual con los labios cerrados y los ojos están desposeídos de lujuria, con un peinado desligado de coquetería femenina. Es una imagen impregnada de inocencia edénica. La joven en su esplendor, muestra toda su belleza.
Como receptora, dadora de vida, y de inspiración lo femenino se hace presente en las obras Angelus, 2010, en la Anunciada, 2011, cuyo centro visual y simbólico es el anillo, al cual dirige una mirada caracterizada por ojos entrecerrados. El anillo, como muestra de la unión de opuestos, de la perfección, de la totalidad y de la fidelidad del compromiso de amor.
La diosa triple en la forma de mujer madura y sabia se hace presenta en está serie en la Dama Holandesa, 2009; en la Dama De Montparnase, 2009; la Señora de azul, 2010. Corresponden al tercer estado, es la luna creciente o vieja, es la mujer plena de sabiduría, que fue consciente de sus latencias cósmicas. El artista representa esta mujer que simboliza esta fase lunar en la Magdalena de las Luces, 2010, vinculada al destino por tanto a las parcas, este sentir del pintor lo materializa en el cuadro Testigo en Penumbra, 2008, donde se representa un mirar lejano casi desdibujado por la capas cromáticas, el fondo tiene formación geológicas propias de las cuevas, del inframundo. En el fondo cromático la realidad se desmaterializa, efectos logrado a través de las capas pictóricas, se establece una percepción del otro como un alejamiento de la realidad, tras haber vivido dos etapas de la existencia. A través de una cromática telórica acentóa ese clima de acercamiento al inframundo, donde se entierra la semilla o el cuerpo para reabsorberse, renacer y continuar su ciclo de existencia, así como la luna se renueva constantemente. Es la vida como reencarnación, cambio asimilado al ciclo de la vegetación: semilla-árbol-fruto-semilla.
El creador, nos guía por la historia del simbolismo asociado a lo femenino, en que la mujer es dadora vida, de espiritualidad y ventana a la dimensión interna. Es la mujer como niña, musa, y sibila fuente de inspiración en la cultura griega, una de las raíces fundamentales de civilización occidental. Cuyo culto principal a esta Diosa Triple se traslado del Helicón donde iban los chamanes, aedos o cantores en bósqueda de la inspiración en la fuente en forma de luna del Helicón, surgida de los cascos de Pegaso. Con el triunfo del patriarcalismos este espacio paso a ser dominado por Delfos en el Parnaso, regida por Apolo, representante de la razón y del conoce a ti mismo, tras asesinar a la pitón que representaba el culto a las diosas.
Son María Magdalena de la Luces, 2008; Teresa, 2008; la Virgen María 2008 expresiones de la Luna vieja, de la mujer sabia representada en el Corazón de María, 2009 rodeada de auras brillantes, y nómeros tres, que estructuran las etapas de toda iniciación y a su vez tres por tres son nueve, tiempo del ciclo de la mujer como dadora de vida.
El aura que rodea a las damas como Corazón de María, 2009, se asocia a la sacralitud y santidad, de ahí el título de la exposición en latín Ara Melitum=altar de miel, lugar de culto entre el cristianismo primitivo. En una etapa del cristianismo medieval este se matriarcaliza a través del culto a la Virgen María. En María estamos ante la paganización de esta religión, pues María no es otra que Afrodita o Venus, la diosa del amor entre los griegos y los romanos, deidad que nace de la espuma de la mar. En términos de estaciones estamos ante la Luna Nueva que corresponde a la Primavera y a la niña o doncella; la Luna llena al Verano asociado a la mujer y la Luna menguante o Luna vieja representa a él invierno relacionada a la mujer madura, que la inquisición transformó en bruja.
Este culto minimizo el ardor guerrero de occidente, pues lo femenino adormece los ardores bélicos del hombre, y esto se representa de manera majestuosa en el cuadro renacentista de Sandro Botticelli, Venus descanso al lado de Martes, donde se percibe al guerrero saciado en el amor, en posición de descanso tras la unión amorosa, sus armas tiradas entre la vegetación se convierten en juguetes de faunos mientras Venus se yergue victoriosamente. Esta obra tiene una doble lectura, el amor como negación de la barbarie y afirmación de la dimensión espiritual, tal como se da en medioevo en las cortes de amor y los trovadores. Y se expresa de manera rotunda en el tantrismo, donde el amor se muta en bósqueda espiritual. De ahí que Héctor Ernández, centre estas composiciones femeninas en el rostro, que se convierte en el eje visual y simbólico de cada una de sus piezas llevándonos a los insondables misterios de la psiquis femenina..